Julián Sobrino Simal
Profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla
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Tanto experto, tantas reuniones del G-20, del G-8, y aquí, en Sevilla, se ha encontrado la solución a la crisis económica. Un rascacielos, el de Cajasol, creará 4.000 empleos. Si dividimos los 750.000 parados de esta Comunidad por la cifra del rascaempleo obtenemos la cantidad de 188. Ya está, construyamos 188 rascacielos en Andalucía, repartidos en cada provincia según su cuota proporcional del total de parados y habremos acabado con ese grave problema.
Bueno, bromas aparte para un asunto tan dramático y complejo como es la pérdida de empleo de miles de trabajadores y el descenso neto del PIB andaluz, comentaré algunos aspectos del controvertido proyecto que no han sido tenidos en cuenta hasta ahora y que el informe cortina de humo Deloitte, en manos de los econócratas, ha intentado soslayar para contrarrestar mediáticamente el rechazo social que ha generado este proyecto.
Uno. La unilateralidad de los análisis en tiempos de crisis conduce a equivocaciones seguras. En estos momentos, cuando lo que está en cuestión es precisamente un modelo determinado de crecimiento basado en la especulación y la ingeniería financiera más torticera y opaca, resulta que se recurre al más de lo mismo. Especialmente grave cuando quienes ejecutan esas políticas son gestores de la denominada economía social que tiene su eje financiero en las cajas de ahorro.
Dos. El proyecto ha pasado de ser justificado por los beneficios que va a generar en términos de empleo y rentabilidad. Ya se ha olvidado el valor simbólico del tótem, la zanahoria, para recurrir al pragmatismo de la crisis, el palo. La modernidad ha dejado de ser la coartada para ser sustituida por la rampante posmodernidad de un pensamiento, que de tan débil, casi ha dejado de ser pensamiento.
Tres. La ecuación propuesta es tan simplista que parece de unos malos apuntes de clase de primero de carrera. Veamos: inversión es igual a empleo directo, más empleo inducido, más beneficios directos, más retorno fiscal, dividida la inversión entre los costes de construcción y los gastos de financiación, multiplicado todo ello por la rentabilidad escalada a partir del primer año de explotación. En fin un negocio redondo basado en datos estadísticos que sueñan con un escenario al 25, al 50 y al 100 % de ocupación para calcular la riqueza generada en nuestra ciudad y en Andalucía. En Sevilla ya se empieza notar el exceso de oferta inmobiliaria de oficinas y el descenso de sus precios de alquiler.
Cuatro. La crisis actual es impredecible tanto para su final de ciclo como para las fases de su desarrollo. ¿Cómo se puede emprender hoy un proyecto teniendo como base el popular cuento de la lechera o el elitista y madoffiano juego de la pirámide? Si alguna lección hemos de extraer de la crisis actual ha de ser la de someter a crítica la propia metodología en la que se había basado este sistema económico fracasado. Modelo sobre el que existe un consenso suficiente para reconocer en él sus rasgos estructurales marcadamente antisociales, profundamente desiguales y encarnizadamente depredadores de recursos.
Cinco. Querer demostrar con datos estadísticos que cualquier inversión es buena porque produce beneficios y genera empleo nos llevaría a justificar cualquier barbaridad en aras de un mal entendido progreso. Los países que pretenden distinguirse por sus políticas responsables no pueden dejarse engañar por los cantos de sirena de cualquier negociante. La magia de la cifras manejadas por un hábil prestidigitador puede impresionar, incluso fascinar, en el momento del espectáculo, pero luego, se impone la necesidad de conocer el truco, en este caso cuando se trata de nuestro dinero, el que maneja un Caja de Ahorros de interés social, y cuando se trata de nuestro pan, en relación a la rentabilidad en ocupación por millón de euros invertidos.
Seis. La variabilidad en la repercusión sobre el empleo de cualquier cifra invertida, en el mismo o en diferentes sectores económicos, es algo que llama a reflexión. En España cambia dependiendo de la comunidad autónoma, del rango poblacional, del contexto territorial, del tipo de gestor, del arquitecto que realiza el proyecto, del marketing que se hace del producto final, de los plazos, de la competencia técnica en su ejecución, y así hasta un largo etcétera de variables.
Siete. Los 353,2 millones de inversión de la Torre Cajasol destínense a la economía directamente productiva, a las Pymes, a los nuevos emprendedores, a la economía del conocimiento. No jueguen a empresarios, ayuden a los empresarios. Distingan con claridad los límites del marco económico actual y sean creativos para una comunidad como Andalucía que necesita inversión productiva no especulativa.
Ocho. Y si hablamos de arquitectura y urbanismo dirijan sus iniciativas a la
investigación y no recurran al manido tópico de la torre corporativa. Convoquen un concurso bajo las premisas de la innovación (las nuevas tipologías terciarias en una sociedad responsable socialmente y sostenible medioambientalmente), la investigación (apoyen a los preparados grupos de investigación de las universidades andaluzas), la transferencia del conocimiento (en forma de patentes para las empresas andaluzas). Incluso pueden pensar en una operación de regeneración urbana en alguno de los excelentes y desatendidos edificios del patrimonio cultural sevillano.
Nueve. Piensen el proyecto desde la ciudad del siglo XXI en su ordenación, en sus impactos, en sus flujos, en sus oportunidades. En el reequilibrio social y urbano. Dignifiquen el término sostenibilidad desde el ahorro y la austeridad. Promuevan proyectos ejemplarizantes que induzcan a nuevas prácticas acordes con el escenario de crisis y con el de la esperanza de un modelo económico global más justo y solidario, empezando por su propia casa.
Diez. Señor Pulido, analistas de Deloitte, Consejo de Administración de Cajasol (donde están los sindicatos de clase), Sr. Alcalde de Sevilla, como dice Hillary Clinton “no desaprovechemos una buena crisis” y añado: para retornar a los valores, para idear salidas a la crisis que supongan el establecimiento de metodologías y estrategias que eviten la separación de la teoría y la práctica, de la ética de las convicciones y de la ética de la responsabilidad. Acometan un proyecto apasionado y apasionante. No hagan una torre más, así no harán historia, la destruirán.
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